13 dic 2006

cara




una cara a los pies de la cama
el exceso de una ojera

ruido lunar en esa cara que afea la cama
y
en la pura ojera hecha indicio


de insomnio

línea de sangre en la pupila
humo denso


dulce

tu cara a los pies de mi cama

y la mia

-todos los ruidos-

8 dic 2006

por esa ventana no se ve la calle



por esa ventana no se ve la calle
se perciben, sí, las metamorfosis del clima

algunas veces
deja oirse
el celo de una gata/
alarido sangre esperma
otras
los conflictos conyugales de los de 3 C/
sangre glotis esperma

por esa ventana
la luz es tumor que viene con el día
aunque
sin vos
sin la caricia de tu barba

odiar/ la mañana
y entender/ este tercer dia de no pegar un ojo/ la ojera hecha zanja

y por fin
amasar la noche
como si no existieran/ el hueco triste del vidrio a medias permeable
las ganas de dormir
y este dolor
de memoria enrubiecida
de tu barba en la almohada

5 dic 2006

sobre "estado de grito" (2005), por Claudio Asaad


(...)

"Jueves a la noche


A esta altura de la lectura el libro de poesías, “estado de grito”, se vuelve poema. No un poema extenso, no un poema colectivo escrito por siete autores, sino un libro que verso por verso asume una atmósfera poética que registra su propia voz: hablar el poema desde la poesía misma. La poesía transparenta el trabajo dedicado, delicado, sensible y reiterativo con la palabra: irse y regresar a ella para determinar su lugar, para probar sus costados, sus relaciones, su amalgama con la sonoridad y la forma. Las palabras se descalzan y hacen esencia con el yo poético que sume su permeabilidad con el más allá de los objetos del mundo: ellos existen también en los pliegues profundo del pensamiento desde donde se representan y se substraen lenguaje.

Hay que haber andado la palabra y después querer seguir por más que ese camino interminable, a veces opaco y circunstancial, lo deje a uno revuelto con sus propias ropas y sediento de algo que mejor no beber; sin embargo Rocío P. insiste en alimentarse/alimentar/dejar hambriento al poema/e invitarnos a una cena sin otra cosa que la invisibilidad de los significados y la oportunidad de caminar guiados por un finísimo conducto hacia la luminosidad de una memoria que dice: aquí he estado.

“Acaso duela decir/ la imagen de tu/ cuerpo/ turbia/ atravesando el cristal de un/ vaso medio/ seco/ y/ mi/ amargura”. Los poemas de Rocío P. nacen, se crían y se renombran en un juego donde todos esos procesos son puestos a la vista del lector. La dimensión plástica y rítmica de los poemas se convierten en sujetos que tratan de sostener a una autora que ha decidido meter la mano en las vísceras del lenguaje para no aislar a la poesía de la vida. No hay otra manera de sentir que esos latidos donde la sangre se cierne y se ensancha -siempre a punto de muerte, a punto de ira, a punto de desaparición- son el argumento elemental que la poeta acaricia y huele para recuperar lo que queda de vital. Rocío P. conoce de los silencios, sin ignorar las posibilidades del sentido, su poesía vigila el ruido del lenguaje para proteger esa zona de iluminación penumbrosa y descuidada del poema: lo que calla. A pesar de que en general son extensos y su suspiro largo, la autora no pretende explicar su poesía en la poesía, ni relatar los detalles de su trabajo minucioso con el lenguaje, en cambio, erige las palabras para apuntalar a lo indecible como un sujeto protegido pero expuesto a la arqueología del lenguaje, quiero decir, debes ser mostrado, vos sujeto amado, pero mudo, imprevisto y dolido pero del que no diere una sola palabra que no sea eso que no fue, eso que no hicimos: “Jamás la cama poblada enrareció la pared con su cadencia”... Después “Esta puta hora/ silencios”, dice como si puta fuera la manera natural de apuntalar el arrepentimiento del tiempo opuesto a la singularidad del silencio como un espacio donde por fin suceden las cosas.

Rocío P. escribe como quien ya no quiere decir otra cosa que no sea la dificultad de poetizar, de poemar, de crear un verbo que disculpe al autor porque debe huir a tensar el lenguaje, a medir sus pasos porque caminó demasiado para que sea algo el pensamiento más allá de la superficie del pensamiento. Rocío P. habla del poema mientras poema: “El mate se enfría/ la hoja siempre igual/ inodora/ incolora/ insípida”. La hoja como el agua del mate que debiera ser así y esta sucia y fría. La hoja es una circunstancia alejada y helada cuando el poeta no puede purificarse con otra cosa que no sea su propio fuego/ dolor: “Este invierno se lava con el poema/ un decir frío que se ceba”. Cuánta agua en cuánta mano que escribe se necesita para lavar lo que se escribe después de comprometer las manos, la mirada y sobre todo el tacto, después de palpar: “Pienso en lo que rima/ en lo que suenamal/ en el traqueteo del culo sobre asiento”. Atenta a su lugar sin espacio en el mundo cotidiano, la poeta se busca y se cuida poeta que escribe todo el tiempo que no escribe: “Aquí/ no viaja- dice- ningún nosotros”. Los seres de la vida cotidiana aparecen en el lugar de los rituales que le sirven como excusa a Rocío P. para mostrar esa otra circunstancia que hace que un perro sea una superficie donde se detallan los instintos, se dibujan las historias familiares –sin historia- y se reflexiona sobre la bisagra que cierra y abre las relaciones humanas: “Hoy/ la casa/-más sola que siempre-/ladra con la humedad del aliento del perro/ y se cae a cáscaras”.


Finalmente Rocío P. se centra en el intento de desabrocharse de la vestidura del tiempo y transponer esa dimensión a especialidades condensadas y propias en las que anclar la preocupación poética: “Es tan indigna la distancia/ a veces pienso que soy la tierra de donde vengo/ pero ese sur también es vos”. Y vos, el otro inundado por su ausencia: “Solo/un cliente fuera de servicio”.

No sabremos nunca que hay del poema donde, la circunstancia de la poesía, al decir de Borges, es una perplejidad, una historia de perplejidades, pero agrega, el poema puede estar ahí a la vuelta de la esquina; sin embargo sólo el poeta remonta el nervio de la palabra hasta el sitio más visible de su posibilidad, a riesgo de asomarla tanto al abismo que la palabra y el poeta terminen cayendo infinitamente en busca de una estabilidad poco probable".

4 dic 2006

bellezaporcelana



“No creas que jamás te hayan querido
por mas besos de amor que te hayan dado”
Almafuerte


no hay beso
que calme la soledad del solo
-solo auténtico-

no hay palabra
que enrojezca
su oído anestesiado

no hay café para dos en una tasa deshabitada
en una soledad
fría
de habitación con una tasa sola

no es posible
-ya sabemos-
sospechar el afecto del que siempre no esta

del que nunca
.



(esa fue Ella)