3 abr 2012

7. Gustavo



Aquí yace quien sembró su cara
en  las piedras caídas del Hogar de Ancianos,
el jefe narco escondido
detrás del mostrador que expende pollo frito y
gaseosas.

Crecerán flores negras de esa piel,
de esos escombros.

Sus matones, apretadores, mozos, cajeros, yonkis, proveedores y cocineros
lo echarán de menos.

Sus muertos y esclavos no.

29 mar 2012

8. Waldo



Creo que no me morí. Creo que los muñecos no se mueren nunca. Yo estaba en un momento volando hacia alguna parte y en otro, no sé cómo, nadando en una pileta de agua amarga. Los muñecos de peluche no fuimos hechos para nadar. Tampoco para perder un ojo, aunque eso es más común. Además, creo que olvidé mi nombre. Debe ser a causa del fuerte traumatismo que me provocó el choque contra el agua. Un segundo seco, otro en llamas, después mojado, más tarde tuerto. Así, los últimos instantes que he vivido. Podría decir que tuve miedo pero no sé qué es. Tengo la sensación de que he dejado de vivir y de que estas palabras no son más que las cosas que se dicen los muertos a sí mismos cuando todavía el corazón les late por inercia. No. No voy a decir que tengo corazón y estómago sintéticos. Eso sonaría muy cursi. Aunque no me importaría ser cursi si ya estoy muerto.
Afuera hay unos tipos con trajes espaciales dando vueltas alrededor de la pileta. Me sacan pero no me secan. Creo que estoy adentro de una bolsa. Creo que los humanos tienen muy poca imaginación. A propósito, ¿alguien sabe mi nombre? Debería estar anotado en alguna parte. Algo así como: “Osito de Peluche” o “Juguete”, o simplemente “Waldo”.
Ahora cierran la bolsa y creo que nunca volveré a estar seco. Lo único que sé es que van a salirme hongos. Creo que será mejor tratar de descansar. “Hablaré de todo cuando recupere mi ojo”, le digo al tipo vestido de traje ridículo, pero no me oye o se hace el boludo. “Cuando recupere mi ojo y mi nombre”, le repito. 

19 feb 2012

5. Jesse



Ey!
Yo!
Yo no puedo dejar de escucharte.
Tengo miedo de apagar el teléfono porque pienso
que quizás me estés llamando.
Sé que en algún momento el contestador dejará de hablar por vos,
porque así las compañías de celulares o
las baterías, las baterías que siempre se acaban cuando
más necesitamos que permanezcan
latentes,
de pie.

Ey!
Yo!
Yo tendría que haberte puesto una batería sin fin. Debería haberlo hecho
mientras dormías un día.
Cómo no lo pensé.
Soy un idiota.
Y ahora estoy gastando esta batería sabiendo
que no sos vos la que responde
que no podés porque la voz se te volvió
temblor suave para
hormigas que viven en cuevas
y se quedan chiquitas, tambaleantes,
esperando que pase,
como yo
que espero
que algo pase y te traiga
a la silla
que quedó sin cuerpo, al lado de la mía, frente al televisor.

Mañana cuando esté de pie
voy a hacer un holograma con tu nombre.
Lo haré antes de que tire la última colilla que dejaste
toda pintada de rojo en
el cenicero del auto.
Voy a hacer un holograma tuyo y uno mío.
Vamos a ser los hologramas más bellos del mundo.
Vamos a hacer de cuenta de que existimos y no existimos
y así
hasta que pasen todos los días en los que ya no estuviste
mientras yo
Ey!
Yo!
Ahora que estoy solo
pienso
que no sé qué voy a hacer con esta muerte,
no es algo que se cure con
rehabilitación.

12 ene 2012

1. Skyler



Las mujeres como vos
se afeitan las piernas todos los días y
duermen con el celular prendido
junto a la cama.
Sueñan con alguien que llama en medio de la noche y
que salen como rayos, o como camiones,
con capas y muñequeras
-puñitos al frente para proteger las uñas-
a romper mandíbulas,
a tirar patadas.
Lloran cuando despiertan porque saben
que sus patadas de amor
nunca salvarán sus casas de la venganza de los narcos,
lloran y se miran los puños,
la sangre que quedó en el medio de la palma,
lloran y
se rascan las piernas.

Las mujeres como vos son una casa,
una casa limpia con el pasto crecido por dentro y
sin alarma.