28 nov 2011

3. Hank


Espero que cuando leas esto no haya nubes.

Es increíble cómo las nubes  
pueden cambiar el sentido de las palabras,
volverlas más tristes o
más azules. 

Es increíble cómo pega el sol en El Paso.
Lo saben las plantas y por eso llevan años adaptando sus hojas
para subsistir ahí,
para ser  fecundas a pesar de todo.
Yo supongo que hay quienes adoran el desierto y
el color opaco de todas esas plantas.
De hecho
creo que nosotros, Marie,
adoramos el desierto.

Imaginate el verano en El Paso,
todo ese campo seco por definición.
Cuando estás ahí,
un martes a las 2 de la tarde,
cualquier cosa te parece lejos.
A veces pienso que la inmensidad
está hecha de tierra, pasto y
animales que se camuflan.
Supongo.

Imaginate que estás ahí,
ese día y a esa hora,
y que de pronto ves algo en movimiento,
siempre a lo lejos.
Entonces agarrás los binoculares
y al hacer foco te encontrás con que esa cosa
es una cabeza de indio atada a una tortuga.
Después te das cuenta de que esa cara te resulta conocida.
Después, de que sabés su nombre.
Y de pronto, te sentís descompuesta,
y querés vomitar,
y el corazón se incomoda,
como si quisiera salirse del cuerpo,
y entonces te acercás al auto en busca de bolsas para evidencias y,
mientras los demás agentes te dicen cagona,
uno levanta la cabeza del indio y
la tortuga explota.
Explota.
Explota en el medio del lugar donde todo es lejos.
Una bomba que no te rasguña porque estabas adentro del auto.
Una bomba que mata a un compañero,
amputa a 3,
y a vos te devuelve a Albuquerque
por “considerar que no estás a la altura de las circunstancias”.
Imaginate.


Mañana estaré volviendo y en verdad no sé
qué les voy a decir a los compañeros
¿Que los narcos de México
son más creativos que los gringos?
¿Qué no puedo dormir desde que maté a Tuco Salamanca?
o ¿que tengo ataques de pánico
cada vez que subo al maldito ascensor de la DEA?
No puedo.
Sólo puedo escribirte estas pocas palabras
y esperar que no haya nubes
y esperar, también, que deje de soñar con la tortuga,
con la cabeza cortada a la altura de la nuez,
con el compañero muerto,
con los 3 que dejaron sus piernas como alimento para pumas.

¿Sabés?
Anoche tampoco dormí.
Y vos estás lejos como todos esos campos,
y yo estoy solo
aterrado,
haciendo de cuenta que peleo contra los narcos imaginarios
y contra los de verdad.

Hay en la mesa de luz una pastilla blanca y un vaso de agua.
Mañana cenaremos juntos.

Tuyo.

Hank

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