8 jun 2007

Y he contribuido al bienestar nacional...


Cierto es que añoro los tiempos
en que el monzón pasaba sacudiendo
mis cabellos y de mí salía un dulce
olor a duraznos y lo mejor ocurría
cuando las papayas florecían
en el fondo de mi patio.
Y no hay escala mejor para el amor,
que cuando las papayas florecen
sobre la hierba seca y dura
en el fondo de tu patio...
Ah, lejanos tiempos en Lima La Horrible
o atendiendo una ferretería
en la bellísima Panamá.
Me han amado y me han dejado:
como corresponde a todo lo bien amado.
Tuve tres hijos en Panamá
y seis en Venezuela. ¿qué más puedo pedir?
No me quejo del amor
ni de sus cuidados.
Me ha dado más que a muchas.
He gastado treinta largos años,
para adquirir experiencia
y a mi poca sabiduría la tengo bien atendida
y cotejada. Ya basta, ya no soy una florcita,
estoy próxima al polvo de los cincuenta
y lejos de la silueta.
Soy la respetabilísima, la Dominicana.
He pagado los impuestos con mis ahorros.
He contribuido al bienestar nacional.
Y todavía conservo el orgullo
de afirmar que ninguno
ha sido infeliz en esta cama.
¿Me escuchas? ¿Estás ahí?
Te estoy hablando, pelotudo.



Washington Cucurto

3 comentarios:

Inspeculum dijo...

No sé si ha de ser el efecto de las drogas, pero este texto me esá pareciendo vecino de muchas cosas de Quevedo, fijate. Me encanta.
Saludos
A. (de Ambiguo)

Inspeculum dijo...

Ayer, miércoles 13, en un homenaje a Saer que se hizo en el Malba, me encontré con el amigo Casas.
Me acordé de tí.
Whatever.

rocío dijo...

Justo ayer estaba hablando de Casas. Y hablaba de mi lector del Blog, o sea vos, que decías que no me imaginabas riendo. Yo lo decía y reía -quizás por el efecto de las drogas-. En fin.

Conectarse.

Una maravilla.