25 ago 2007



Son chinas las tres chicas,
pintadas por el fino pincel de un copista oriental.
Ojos como rendijas miran la escena de la madre,
lavando el kimono en el piletón del patio.
Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre,
imitación de la sombra de un árbol exótico.
Le dibujan persianas cerradas para protegerla
de un sol de siesta, insoportable.
El alma china de la familia se llena
como una palangana porteña al compás
de los dichos maternales del agua.
Y las tres chicas recuerdan, al unísono,
los agujeros dejados por las balas.
Los agujeros del recuerdo,
multiplicados por tres,
ensucian con la sangre del padre el kimono
que la madre lava, infinitamente,
adentro del piletón de sus propias ojeras.
Recordar, abrir el ojal de una herida llamada ojo,
provoca un dolor de sol, insoportable, entre ceja y ceja.
Por eso, a la sombra de un árbol exótico,
las tres chicas pintan el alma de un dragón subiendo al cielo,
con el fino pincel de sus pestañas.


María del Carmen Colombo
en: LA FAMILIA CHINA (1999)

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